Antoni van Leeuwenhoek era un vendedor de telas que consiguió convertirse en uno de los científicos más trascendentales de nuestra historia, hasta el punto de ser considerado el padre de la microbiología, pese a que lo tenía todo en contra. A diferencia de otros eruditos como Galileo Galilei, que se centraron en estudiar los cielos para descifrar el universo, Van Leeuwenhoek apostó por observar el interior del planeta y querer ver lo invisible.
El holandés descubrió que estamos rodeados de minúsculas representaciones de vida. Tan pero tan diminutas, que no era posible apreciarlas con los microscopios que existían en su época. Así que este holandés, repetidamente despreciado por sus orígenes humildes y su falta de estudios, se puso manos a la obra para crear sus propios microscopios con lentes extremadamente simples. En ese momento, Antoni Van Leeuwenhoek aún no era consciente de que su fascinación por las pequeñas cosas le llevaría a descubrir el maravilloso mundo de las bacterias y a convertirse en un formidable cazador de microbios.
Imagen cortesía de: http://elpais.com/elpais/2016/10/24/ciencia/1477260258_805231.html
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